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Incursionando en el Radio Teatro


En el programa radial Yo Vivo En Un Sueño Erótico y Cuando Duermo No Me Duele, que hacemos con mi amigo Gustavo, decidí incursionar definitivamente en este género con el que vengo coqueteando hace mucho tiempo.

Empezamos improvisando, lo cual está muy bien. Pero en algún momento quise llevar todo mi bagaje de escritor (con el cual hasta ahora sólo había delineado cuentos, poesías, delirios de razonamientos y artículos varios) y todo el vestuario teatral que traía encima hacia este nuevo ámbito (nuevo para mi, claro).

Así que aquí presento uno de los radio teatros que escribí para nuestro programa que se emite por Radio Curva los jueves a las 21hs en Salsipuedes (y se puede escuchar desde cualquier otro lugar a través de internet en la página de la radio).

Sin más se los dejo para que lean, opinen, critiquen, aporten, sueñen, escriban, empiecen, terminen, sigan….

 

Radio Teatro Policial

Episodio 2

Personajes

Ignacio Credíbili

Suboficial de turno

Parte 1

Ignacio Credíbili, hombre de 50 años, entra en la comisaría. Su ropa desalineada consiste en un pantalón que evidentemente es dos o tres números más grande de lo que debería, una camisa y un saco, unos zapatos baratos completan el cuadro.

Se acerca al escritorio del suboficial, quien no le presta atención. Ignacio Credíbili se sienta en una silla de espera. Mientras, escucha sin entender mucho la radio de la estación policial.

 

Sonido: (radio policial) “2-89” “3-94” “falta 2-29” “mande peritaje” “transporte para la morgue”

 

De repente se acerca al mostrador con aire decidido.

 

I (Ignacio) – Disculpe, oficial.

S (Suboficial) – Suboficial.

I – Disculpe…. disculpe, suboficial.

S – ¿Qué necesita?

I – No se si será aquí, necesito hacer una denuncia.

S – A ver… una denuncia sobre qué tema.

I – Un posible homicidio.

S – Bien, bien… a ver, siéntese aquí y espere.

 

Sonido: silla (Ignacio se sienta)

 

I – Bien, yo quería….

S – Le dije que espere un momento, ¿me escuchó?

I – Sí, bueno, yo pensé que….

S – ¿Puede esperar un momento, caballero?

 

Sonido: silencio unos segundos

 

S – Ahora sí… a ver qué me dice, adelante.

I – Bueno, todo empezó anoche. Yo siempre salgo a regar mis plantas, ¿sabe?, el mejor horario es a las 11 de la noche, la tierra ya está fría, yo tengo una gran variedad de plantas en mi balcón. No es muy grande, pero logré poner varias macetas en estantes, ¿se da cuenta?S – Discúlpeme, ¿esto tiene que ver con su denuncia?

I – Es que pensé que debería decirle cómo es que vi lo que vi.

S – Bien, ¿cómo vio lo que vio?

I – Bueno, como le decía, yo siempre salgo a regar a esa hora y por la disposición de las macetas quedo al cubierto para…. bueno… usted entenderá….

S – No. No entiendo, ¿queda al cubierto de qué?

I – Al cubierto, señor suboficial. Mire yo vivo sobre Humberto Primo y los edificios están muy juntos, ¿se da cuenta? Las ventanas de los otros departamentos están expuestas…

S – ¿Usted dice que fisgonea a otros departamentos oculto por sus macetas?

I – ¡No! ¡Dios me libre de eso! Pero a veces sin querer veo sin ser visto, puesto que yo estoy regando mis plantas y la otra gente no puede ver dentro de mi apartamento por esa misma razón.

S – Bueno, me empiezo a aburrir, ¿tiene denuncia o no?

I – ¡Sí, sí, sí! Espere un segundo. Yo salí a regar mis plantas y cuando estaba echando agua sobre la última vi la inmoral escena. En realidad primero vi a uno solo.

S – ¿Usted ha bebido, caballero? Tiene olor a alcohol… ¡Son las 7 de la mañana!

I – ¡Dios me libere de eso! La cosa es que un hombre bailaba en calzoncillos largos, con el torso desnudo. Se contorneaba y andaba por la habitación. En las esquinas se frotaba contra las paredes. Seguía el ritmo de la música… claro, aunque yo no podía escucharla… él estaba en el piso 5.

S – ¿Todo esto por un tipo que baila solo y en calzoncillos largos?

I – No, no… espere. Porque entonces me di cuenta que otro hombre lo miraba echado en la cama. Sólo lo vi cuando me moví. El otro lo miraba con mucho interés, lo seguía con la vista por toda la habitación y, seguramente, lo intentaba seguir cuando el que bailaba desaparecía y aparecía tras la puerta.

S – Espere un segundo, eso no es ningún delito. O me dice el crimen o le mando a hacer un test de alcohol, usted tiene olor a haber bebido mucho y son las 7 de la mañana…

I – Es que estuve en la puerta de la comisaría a las 5 y media. No quise entrar porque pensé que estaría el cambio de guardia. Entonces me fui a un bar y me pedí un desayuno…

S – ¿Y allí tomó una bebida alcohólica?

I – No, no, sólo café con leche y una tostada.

S – ¿Entonces a pesar de haber tomado café tiene este olor? Hombre, ¿cuánto ha tomado, usted?

I – No, tenga paciencia, es que el haber ido a desayunar me sirvió para repasar el caso. Lo analicé en mi cabeza. ¿Se da cuenta cómo la gente camina por la calle a esa hora sin saber que uno tiene en su cabeza la clave de un homicidio? ¡La gente es ignorante!… aunque quizá por eso, a esa hora, van tan tranquilos…. La cosa es que el hombre de calzoncillos largos estaba bailando…. digamos…. ¿sensual? Bien, así estuvo un rato… en realidad no se cuánto, lo repaso en mi mente y podría haber estado cinco minutos o toda la noche… piense que yo salgo a las 11 de la noche a regar… ¿cuántopuedo tardar en regar a todos mis bebes? ¿45 minutos? Digamos que a las doce el hombre estaba bailando… Yo a las 5 y media estaba en la puerta de la comisaría… Calcule usted…

S – ¿Qué quiere que calcule?

I – No se preocupe, ahora viene lo bueno. El otro hombre, el que estaba en la cama, se levanta y se le acerca al que bailaba. El que estaba en la cama estaba vestido con camisa y ambo, pareciera que viniera de trabajar en una oficina. La cosa es que se le acerca, lo quiere agarrar al otro para bailar, lo quiere abrazar…

S – Escúcheme, si todo este lío es por dos tipos que bailan lo mando meter en el calabozo hasta que se le pase la curda, hombre…

I – ¡No! ¡Espere! Más allá de lo inmoral de la situación lo que le puede interesar es lo que viene ahora. El de calzoncillos largos lo rechaza, pero lo rechaza con suavidad, sacando al otro de encima para seguir bailando. Pero el que estaba en la cama insiste y cada vez lo hace con más fuerza, lo quiere forzar al otro… ¡y saca una navaja! ¿Se da cuenta? ¡Una navaja! En este punto el que bailaba se asusta y echa hacia atrás, pero el otro lo sigue, arremete contra él, entonces el que bailaba lo toma del brazo y forcejean… tampoco se cuánto duró ese forcejeo, parece que hubiera sido de toda la noche… no lo se… pero la cosa es que el forcejeo de repente se detiene, ¿se da cuenta? ¡Se detiene yel tipo que miraba desde la cama cae al suelo! El que bailaba retrocede y sale de la habitación… el otro, que cayó al suelo, queda tapado por la cama… y no se más…. ¡No sabía qué hacer!

S – Pero, hombre, si fue así, ¿por qué no nos llamó de inmediato?

I – ¡Porque no sabía qué hacer! Decidí ir hasta allí, bajé a la calle… pero frené frente a la puerta de acceso del edificio… ¿Qué podría yo hacer a esa hora? ¡El encargado me mataría si le hiciera despertar para abrir un departamento a esta hora! Y no se por qué salí a caminar. ¿Se da cuenta? Y la gente que pasaba a mi lado y no sabía nada… la gente que a esa hora camina por la calle no sabe nada, ¿se da cuenta?

S – ¿Y entonces qué hizo?

I – ¿Que qué hice? Caminé, qué se yo… Tomé una avenida y luego otra… mi mente estaba confusa, ¿qué debía hacer en esa situación?

S – ¿Y se fue a tomar un trago?

I – Pero por favor… ¿cómo se imagina que haría eso? ¡Dios me guarde! La cosa es que caminando llegué hasta la puerta de la comisaría…

S – Y entró y ahora me está contando esto….

I – No, pero si le digo que llegué a las cinco y media… me digo “estarán cambiando la guardia, no es momento para darles un disgusto, además no me darán bolilla”… entonces decidí seguir caminando un rato… pero ¿qué iba a hacer? Ahí fue cuando decidí entrar a un bar, pedí un café con leche con una tostada y miré a la calle… me di cuenta de las barbaridades que la gente que anda por ahí ignora, ¿se da cuenta? Entonces hice tiempo, me quedé pensando, repasando, tratando de entender qué había pasado… y cuando consideré que había esperado suficiente me vine para aquí… y ahora sí, le estoy contado esto… ¿se da cuenta?S – Escúcheme, ha tomado mucho…

I – Pero si fue sólo un café con leche…

S – Sí, yo le creo, caballero, pero hágame caso, vaya a su casa y descanse un rato, si cuando esté descansado sigue pensando lo mismo se viene de nuevo.

I – ¿Pero usted me dice que estoy borracho y que invento? ¡Por Dios, hágame el favor! Yo no…

S – No se altere, no le digo que inventa, simplemente le digo que cuando esté mejor y lo recuerde todo vuelva y le tomo la denuncia, ¿sí?

I – Pero no me ha creído nada…

S – Le creo, pero imagínese que no puedo tomar una denuncia a alguien a quien el juez puede dejar en el calabozo por estar tomado… entonces mejor que cuando esté sobrio, si aún recuerda todo esto, venga, así el juez lo toma en serio, ¿le parece?

I – Quiero que sepa que usted está haciendo caso omiso de un importante testigo, está como la gente que camina, está ignorando.

S – Noooo , por favor, no es eso, pero le quiero facilitar las cosas a usted para este importante trámite…

 

Ignacio Credíbili se levanta de la silla claramente ofuscado. El suboficial lo mira con tranquilidad.

Ignacio Credíbili camina hacia la puerta y sale, al pasar por el umbral mira al policía de guardia con desconfianza. Desanda el camino primero hasta la esquina, la avenida, la gente (a esta hora mucha más que antes, pero igual de ignorante), llega hasta el bar… inmediatamente sigue hacia Humberto Primo… desde la esquina ve su departamento… lentamente los pasos lo guían hasta la puerta de su casa… entra, llama el ascensor y espera. El vehículo llega a planta baja, lentamente Ignacio Credíbili ingresa y presiona el botón del piso 5… el ascensor sube, sube, los pisos pasan, frena y la puerta se abre… el hombre baja y se dirige a la puerta C, inserta las llaves y abre…

El departamento está obscuro. Sin encender la luz Ignacio Credíbili se saca los zapatos. Lentamente se saca el saco y lo cuelga en el perchero de entrada. Uno a uno desengancha los botones de la camisa, se la quita y la cuelga junto con el saco. Con la mirada perdida desabrocha el cinturón del enorme pantalón, quita el botón y baja el cierre…. con parsimonia se lo quita y lo cuelga en una silla… y así ingresa al departamento, tan sólo con sus calzoncillos largos.

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2 comentarios sobre “Incursionando en el Radio Teatro

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